Rachel Botsman escribió en el 2009 un libro visionario –Lo mío es tuyo (junto a Roo Rogers)- que fue recibido en su día con cierto escepticismo. Empezando por el propio editor, que se resistió a titularlo El ascenso de la economía colaborativa porque creía que era demasiado aventurado hablar a esas alturas de “otra” economía.
Cinco años y una eterna crisis después, la economía colaborativa está cambiando las reglas del juego, con gigantes como Airbnb y Uber creciendo a un ritmo de vértigo, y cientos de “startups” irrumpiendo en todo el mundo en sectores tan diversos como el turismo, el transporte, la alimentación o las finanzas, y saltando por fin a los titulares de los grandes medios, que durante un tiempo también se resistieron a ver lo que teníamos ya encima.
La revista Times habla ahora de la economía colaborativa como una de las “10 ideas que están cambiando el mundo”. Forbes y The Economist le ponen un precio y le dedican amplio espacio. Y las charlas en TED de la británica Rachel Botsman, reconocida mundialmente como la joven “madrina” del movimiento (35 años), se han vuelto virales por necesidad.
Rachel Botsman ha abierto esta semana el fuego en el OuiShare Fest 2014, en la carpa emblemática del Cabaret Sauvage de París, convertido en inmejorable muestrario de esta otra economía que ya existe. Tras su celebrada intervención –sobre “las comunidades como las instituciones del siglo XXI”-, Botsman sale a tomarse un respiro al canal que recorre apaciblemente el parque de la Villete. Momento que aprovechamos para pedirle que vuelva por unos minutos la vista hacia atrás…
“Todo ha ido quizás más rápido de lo que imaginaba, aunque yo lo veía venir. Lo raro para mí era que mucha gente no lo viera. Aunque lo que más me ha sorprendido es cómo ha ido creciendo en todas las partes del mundo al mismo tiempo. Yo pensé que el cambio empezaría a gestarse en “bolsillos”, para luego propagarse a otro lugares. Pero estamos viendo cómo se ha disparado en todos los países, sin diferencias culturales o económicas. Ese es el auténtico poder de las redes”.
Le preguntamos si la crisis ha servido de acicate, sobre todo en países como España… “La crisis ha sido efectivamente el 'acelerador' de la economía colaborativa. La gente ha abierto la mente y los ojos, ha buscado alternativas y las está encontrando. Aunque no deja de ser curioso que la tendencia ha crecido igual de rápidamente en países menos afectados por la crisis”.
Cuatro son los “jinetes” que, en opinión de Rachel Botsman, están acelerando el trasvase de la economía convencional a la colaborativa. El primero, la “ruptura de la confianza” en el viejo modelo. La segunda es la “complejidad” y la tercera, la “redundancia” (¿para qué necesitamos intermediarios?). La cuarta y última es el “acceso”, y tiene mucho que ver con el tránsito del consumidor pasivo al “prosumidor” que quiere ser parte directa del proceso.
“Cuando escribí Lo mío es tuyo, hablaba sobre todo del “consumo colaborativo” como un cambio de hábitos en nuestra conducta como consumidores”, recuerda Botsman. “Pero yo ya entonces intuía que todo esto era parte de un profundo cambio socioeconómico que estaba tomando cuerpo, con ramificaciones que iban afectar también al modo de producción y al empoderamiento de las comunidades, virtuales o reales”.
Por el camino, ya lo estamos viendo, la economía colaborativa se ha topado con los molinos de viento del poder, que quieren que el viento siga soplando a su favor… “La tecnología ha ido siempre por delante de la ley, y eso genera tensiones y problemas. Y en la evolución natural de crecimiento de cualquier tendencia, llega siempre el momento en que choca con el poder establecido, cuya primera reacción es 'atacar' lo nuevo, por miedo a perder influencia y control”.
“Lo bueno sería que la economía colaborativa evolucionara de una manera natural y fuera capaz de autorregularse para evitar que se llegue a conflictos”, advierte la “madrina” de la “shared economy”. “En cualquier caso, una regulación inteligente debería proteger en primer lugar los intereses de los ciudadanos y los consumidores, y no de una industria establecida”.
“Recordemos lo que pasó con el mundo de la música, que fue tal vez el primero en experimentar la “gran disrupción” de la economía digital”, recalca Botsman. “Esas mismas tensiones las estamos viendo estos últimos años en los problemas de los grandes medios y las editoriales. La economía colaborativa ha irrumpido con fuerza en sectores como el turismo y el transporte, y es ahí donde ahora son más visibles los problemas. Los ataques servirán para hacerla en cualquier caso más fuerte y resistente: ningún sector va a ser inmune la economía colaborativa”.
"Yo, personalmente, dudo de que los bancos tal y como los conocemos hoy sigan funcionando en una década", advierte Botsman. “Las plataformas de préstamos P2P (entre particulares) están revolucionando el mundo de las finanzas en Estados Unidos y Reino Unido. Y lo están haciendo por la gran crisis de confianza en el sector y por al posibilidad de construir tu 'reputación' digital. La confianza es la nueva moneda de cuño: está cambiando hasta la naturaleza misma del dinero” (a esto le dedicará precisamente su nuevo libro en ciernes).
Rachel Botsman recuerda cómo, en sus raíces, la economía colaborativa surgió como una manera de “optimizar los recursos” y “machear como nunca antes la oferta y la demanda gracias a las nuevas tecnologías”. Curiosamente, el contacto directo y sin intermediarios le ha dado a las transacciones una dimensión más humana, y a la vez ha contribuido al “empoderamiento” y a la “apertura”. La “conexión” es lo que hoy por hoy más valoran los usuarios de las plataformas colaborativas.
“Lo que está habiendo en el fondo es una distribución: todo se está haciendo más participativo. El acceso y el uso desplazan cada vez a la propiedad, y eso está obligando a redefinir por completo el modelo de negocio. Se está produciendo un definitivo giro de poder del centro hacia la periferia, con la ayuda insustituible de las redes".
Existe, eso sí, el riesgo invebitable del monopolio. La propia Botsman advierte que Airbnb (pionera del alquiler de casas entre particulares en estancias cortas y a gran escala) y Uber (la plataforma para compartir coche en tiempo real) pueden acabar consolidándose como el Google y el Amazon de la economía colaborativa, con la posibilidad de extender sus dominios a muchos otros campos y abandonar por el camino sus valores fundacionales.
“Para mí, en cualquier caso, la metáfora del nuevo 'valor' que adquieren las cosas con la economía colaborativa es la casa en el árbol de Airbnb, que antes era un capricho infantil y ahora está en alquiler”, concluye Botsman, afincada en Australia y predicando con el ejemplo: más de una década sin coche propio…
“Antes, el coche era el símbolo por excelencia de propiedad y estatus. Ahora hemos descubierto –yo entre ellos- que es mucho más cómodo y económico no tener un coche en el garaje y disponer de uno sólo cuando lo necesitas. Hasta los fabricantes de coches como BMW han entrado en el juego del 'car sharing'. Por algo será”.
De la “fab city” a la nueva era comunal
La representación española volvió a ser una de las más nutridas en el segundo OuiShare Fest, donde estuvieron entre otros David de Ugarte –economista, “indiano” y ciberpunk- hablando de la “nueva era comunal”- o Javier Creus, de Ideas for Change, revelando la fórmula del “pentagrowth” para acelerar el crecimiento de cualquier empresa o “start up”. Albert Cañigueral, el gran conector autóctono de Ouishare, moderó las sesiones consagradas a la “ciudad colaborativa”, y Tomás Díez y Vicente Guallart anticiparon lo que será Barcelona “fab city”, con su red de microcentros de producción. Juanjo Rodríguez, de Knok, habló por su parte de los retos de la economía colaborativa en un sector tan nuestro como el turismo, en el que considera que hay espacio suficiente para que cada uno salga al encuentro de su propia demanda (en su caso, el intercambio de casas entre familias).
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