Ha nacido en vano el hombre que, habiendo conseguido un cuerpo humano, no hace todo lo posible por alcanzar y conocer su verdadera naturaleza.
He dedicado toda mi vida a la práctica de la meditación y, para mi hablar de auténtica espiritualidad y de meditación es siempre causa de felicidad y de humilde prudencia. Prudencia porque, en estos días, hablar seriamente de estos temas en Occidente pondría en tela de juicio, de forma permanente, nuestra actual forma de vida.
En nuestra sociedad moderna la idea de que la felicidad y el bienestar equivalen a satisfacer todos nuestros deseos no sólo se fomenta, sino que se tiende a considerar únicamente los apetitos a los cuales se pone cada vez menos freno. Las cosas podrían haber sido muy diferentes, pero la humanidad se encuentra ciega, oscurecida como está su visión, por el egoísmo, la hipocresía, la mentira, la envidia, la ambición, la lujuria y el abuso constante de la naturaleza como si esta no fuese otra cosa que un interminable conjunto de recursos para consumir.
Desde nuestra infancia, en nuestra educación, aprendemos muchas cosas interesantes, pero nadie nos enseña o nos explica, tal vez nadie lo sepa, lo que debemos hacer cada vez que somos presa de emociones tales como el odio, la ira, los celos o el deseo irrefrenable. Emociones que hacen desaparecer nuestra calma y bienestar dando lugar a un estado mental perturbado, inquieto, envenenado e infeliz.
Digo esto para situarnos y para que se comprenda que esto mismo sucede incluso en el ámbito de la meditación y la espiritualidad. Es pues en estas condiciones como la mayoría de nosotros, salvo raras excepciones, comenzamos, consciente o inconscientemente, el proceso de acercamiento hacia un camino de desarrollo y crecimiento integral y la búsqueda de un estado de salud más amplio y holístico. Si decidimos no engañarnos a nosotros mismos en este proceso de acercamiento hacia nuestra verdad personal y nos tomamos el tiempo de reflexionar profundamente, veremos que nuestra aproximación al sendero de la espiritualidad se ha producido, equivocada pero inevitablemente, en términos de obtener, de tomar, de adquirir, de alcanzar y conseguir… algo.
Desgraciadamente, incluso si hemos tenido la suerte de encontrar maestros realmente dotados en la transmisión de las verdades espirituales, incluso si hemos sido lo suficientemente intuitivos para vislumbrar la transformación interior producto de una práctica intensa y sincera, incluso si hemos sido capaces de fijar nuestra atención con éxito en los detalles más insignificantes de nuestra realidad física, mental y emocional percibiendo conscientemente sus movimientos, incluso en este caso, una profunda y positiva transformación interior nunca se operará de forma definitiva e irrevocable, hasta que nuestra práctica sea abordada, aquí y ahora, con una total sinceridad, con una total simplicidad y con una total humildad.
En el verdadero proceso espiritual, no se tratará pues de saber qué es aquello de lo que carecemos para volvernos verdaderamente espirituales, se tratará más bien de todo lo contrario: identificar todo lo que está de más y deshacerse de ello. Deshacerse de todo lo que nos sobra y está de más…
La auténtica práctica espiritual nunca consistirá en un fingimiento, un autoengaño, una simulación del ego en lo referente a las ideas, enseñanzas, maneras, posturas o actitudes perfectas consideradas espirituales sino, más bien, en llegar a ser uno mismo una expresión natural, espontánea y libre de todo condicionamiento de nuestra verdadera naturaleza.
Por lo tanto, mientras nuestra práctica espiritual sea contemplada como un conjunto de técnicas y maneras de hacer que tengan como objetivo asumir, adquirir y alcanzar resultados superficiales y egoístas, esta práctica se situará únicamente en el ámbito del ego, lo reforzará, reafirmará y acabará contribuyendo a desarrollar los aspectos más groseros del ser humano.
En cambio, toda práctica espiritual realizada con simplicidad, profunda y fervorosa fe, humildad, sinceridad, perseverancia, disponibilidad, generosidad y una fuerte y entusiástica aspiración jugará en nuestro proceso evolutivo un rol importante y sutil. Una práctica tal pulirá, con los años, los defectos de nuestra personalidad, transformará nuestro corazón y nos devolverá el derecho a reclamar nuestra herencia divina.
La HIDROTERAPIA DE COLON, una técnica suave de lavativa intestinal, puede llegar a tener el mismo resultado que una auténtica “mini psicoterapia” para algunas personas, que lo acaban soltando todo…
Philantropía ha sido concebido por Fundación Phi como un espacio para dar cobertura a las diferentes iniciativas altruistas que se organizan para recaudar fondos en pro de la fundación. Actividades ideadas y ejecutadas por diferentes grupos de personas con el objetivo de aportar su "granito de arena" a la labor que la Fundación Phi desempeña.
La Importancia de una Práctica Espiritual Sincera y Auténtica:
Por hinduismo se conoce, en occidente, al conjunto de estructuras e instituciones religiosas y sociales tradicionales de la India. En India, este conjunto de cultos y religiones es denominado Sanâtana Dharma (“La Religión Eterna”), ya que todos los aspectos de la Verdad fueron incluidos en ella a lo largo de los siglos.
Todo Swami-monje pertenece a la orden monástica que ha sido venerada en la India desde tiempos inmemoriales. Dicha Orden fue reorganizada siglos atrás por Shankara, también llamado Shankaracharya, quien le dio su forma actual.